martes

JAIME ECHEVERRY (Colombia)


CONSTELACIONES
Si las órbitas de los astros tejen la red que nos atrapa y conduce, téngase bien presente esta parábola:
Deslumbraba su belleza. Los hombres del país, atraídos por su fama, venían de todos los rincones para verla,intentar hablarle y pedir su mano. Ella, voz melosa, rechazaba todas las pretensiones, recibía presentes y decía adiós desde una ventana, remolilando el cielo con su manoflor de cinco pétalos. Enviaba tarjetas de agradecimiento y bendecía su suerte. Radiantes ojos de color mutable, los mismos que cada mañana se posaban sobre la superficie del espejo, consultaban metódicamente los horóscopos.
Comprobaban satisfechos que cada línea se cumplía tan fielmente que, aún cerrados, la muchacha podía prever lo que su signo daría para el día de mañana. Estaba convencida que, por efectos de su planeta dominante, tenía que gustarle los hombres de letras. De los que había amado, uno le había dejado palabras tan hermosas grabadas sobre su piel que no pudo olvidarlo por completo. Hacía bastante tiempo ella misma había tomado la decisión de abandonarlo porque el destino le decía que esa mañana tomaría una determinación dolorosa.
El poeta enloquecido dio varias vueltas al mundo con los ojos del cielo, persiguiendo el hado fatal e intentando recuperar su haz benigno, perdido en alguna ruta sideral.En Budapest halló una estrella que cayó a sus pies como fulminada por un rayo. Pero las estrellas errantes tienen un brillo fugaz y, a pesar de practicar todas las posiciones señaladas por los signos y reseñadas desde el comienzo de la memoria y la imaginación del hombre en el Kama Sutra, sus manos no olvidaron los poemas escritos sobre la piel de la belleza astral que un día lo amó.
Se dice que los poetas están condenados a escuchar y seguir los dictados del cosmos. Desde que la bella lo abandonó creció en su pecho un sordo rencor contra los astros, los mapas del cielo y las relaciones matemáticas que actúan sobre los cuerpos en todos los espacios.
Pero la fuerza de atracción, el magnetismo del destino es excesivamente poderoso en el poeta. Justificaba la traición a su rencor en su amor por los oráculos en la tragedia griega. Y, jornada a jornada, leía las cartas del zodíaco. Se extinguió la chispa de su búsqueda. Cansado de mirar en vano al infinito desde otros meridianos y altitudes, regresó un 29 de febrero. Visitó primero, al hombre de las estrellas, pensando que el oráculo debía ser compasivo. Y lo fue. El amor eterno será recuperado, decía. Dejaron de ser tan oscuras sus ojeras esa mañana y salió silbando a recibir el sol.
Cuando los cuerpos no daban sombra y los rayos del sol eran una cortina perpendicular sobre el planeta, ese mismo 29 de febrero, la amada del poeta bajó de una limosina blanca para ver a su astrólogo, el hombre de las estrellas. Su horóscopo decía: un hombre desconocido que no te exige compromisos leerá en tu piel lo que el poeta escribió.
¿ En qué pliegue de las coordenadas se conjuga el destino ?
Preguntaría años después el poeta en una pausa del olvido.

Palabra Viva - Cuentos
ecoe ediciones, Bogotá,1992.

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